Con
pequeños mensajes aparentemente intrascendentes formamos imágenes e
instauramos de forma progresiva muchos prejuicios. Las personas más
vulnerables suelen ser las más afectadas por este proceso,
especialmente cuando las vemos como miembros de un colectivo alejado,
con una condición que jamás nos ocurriría.
Esto puede ser especialmente dañino en la enfermedad mental. Las opiniones deberían quedarse al margen en estos aspectos y limitarnos a hablar sobre los hechos para no hacerlo de forma ligera, porque el sentido común no es una herramienta útil en psiquiatría.
Durante la Segunda Guerra Mundial, y con el objetivo de contar con experiencias científicas que ayudasen a realimentar a los civiles, se llevó a cabo un experimento con 36 objetores de conciencia en la Universidad de Minnesota sobre la semiinanición. A estos hombres, que respondieron a un panfleto que preguntaba "¿Pasarás hambre para que ellos puedan ser alimentados mejor?"(Will You Starve That They Be Better Fed?), se les informó de que durante el experimento se les privaría de la mitad de los alimentos que requerirían normalmente para observar cuáles son los efectos físicos y psicológicos de la deprivación alimentaria. De las 100 personas a las que se entrevistó para someterse al proceso, se escogieron finalmente 36 hombres sin problemas de salud física o mental, y todos expresaron convicciones sobre la no-violencia y su voluntad hacer contribuciones significativas durante la guerra.
Los resultados, que se publicaron en 1950 (The Biology of Human Starvation), constituyeron un aporte único a la literatura científica sobre la nutrición. Aunque los sujetos presentaron finalmente apatía, anemia, debilidad extrema, efectos neurológicos y edema en las extremidades inferiores, los datos más citados y sorprendentes fueron los cambios conductuales y de personalidad causados junto a la pérdida del 25% de su peso.
Durante los primeros 3 meses del experimento, que comenzó en 1944, los participantes recibían 3200 kilocalorías. La fase subsiguiente constó de 6 meses durante los que se les privó de la mitad de su ingesta normal, recbiendo sólo 1800 kilocalorías aproximadamente. La dieta que se les proporcionó emulaba la mantenida por los civiles en las zonas afectadas por la guerra en Europa (nabos, macarrones, pan integral...). Durante los tres meses posteriores y finales, se formaron aleatoriamente varios grupos que recibirían diferentes tratamientos de rehabilitación nutricional.
Cada sujeto escribió un diario durante el estudio y fue monitoreado por médicos y psicólogos para observar su estado de salud y cambios derivados del hambre al que se les sometía. Asimismo, los participantes podían asistir a clases y actividades en la universidad y se les asignó tareas administrativas y trabajos domésticos en el laboratorio.
La relación con la anorexia de este estudio es muy importante. Los participantes empezaron a mostrar signos de preocupación por la comida, reducción del interés sexual, depresión, problemas de concentración, baja temperatura corporal e incluso signos de retraimiento y aislamiento social. Frederick , que fue participante en el experimento, señaló: "[...] pequeñas cosas que no me importarían antes o después [del experimento] me molestaban realmente", "[...] te fijabas en todo lo que hacían mal los demás, incluso tu mejor amigo". A medida que los efectos del hambre avanzaban, cada vez estaban más irritables. Mostraban síntomas obsesivos y llevaban a cabo conductas compulsivas en las que acumulaban objetos y comida, sin saber ellos mismos por qué lo hacían. Blickenstaff, unos de los participantes, recordó en una entrevista posterior al experimento: "[...] si veías una película, no te interesaban especialmente las escenas de amor, pero te dabas cuenta de siempre cuándo y qué comían". Las consecuencias psicológicas fueron tan severas que uno de los participantes se cortó tres dedos con un hacha. Aun así, pidió que se le mantuviese en el experimento "por los hambrientos". El mismo Ancel Keys, investigador principal, subrayó que los resultados imitaban en mayor medida las condiciones de la anorexia que el hambre sufrido en la guerra, puesto que los sujetos estaban en condiciones de salubridad y acceso a recursos médicos.
Aunque las mujeres tienen entre 10 y 20 veces más posibilidades que los hombres de padecer anorexia nerviosa, estudios como este muestran lo que podrían generar prácticas como dietas restrictivas que no tengan seguimiento médico. En muchas ocasiones se cree que la anorexia es producto de un trastorno mental subyacente. No obstante, todo indica que la anorexia es consecuencia de la inanición, y no al contrario. Por ello, deberíamos ser conscientes del peligro que puede acarrear un mal hábito alimentario y advertirlo, si fuera necesario. Visto lo ocurrido a hombres completamente sanos, que desarrollaron los síntomas típicos del trastorno, parece que quizás no estemos tan alejados como creemos de este peligro. La anorexia cada vez parece menos una enfermedad de jóvenes ni de mujeres, pero cada vez parece más un riesgo a combatir por todos.
Referencias:
Kalm, L.M., Semba, R.D. (2005) "They Starved So That Others Be Better Fed: Remembering Ancel Keys and the Minnesota Experiment," Journal of Nutrition, 135, 1347-1352.
Esto puede ser especialmente dañino en la enfermedad mental. Las opiniones deberían quedarse al margen en estos aspectos y limitarnos a hablar sobre los hechos para no hacerlo de forma ligera, porque el sentido común no es una herramienta útil en psiquiatría.
Durante la Segunda Guerra Mundial, y con el objetivo de contar con experiencias científicas que ayudasen a realimentar a los civiles, se llevó a cabo un experimento con 36 objetores de conciencia en la Universidad de Minnesota sobre la semiinanición. A estos hombres, que respondieron a un panfleto que preguntaba "¿Pasarás hambre para que ellos puedan ser alimentados mejor?"(Will You Starve That They Be Better Fed?), se les informó de que durante el experimento se les privaría de la mitad de los alimentos que requerirían normalmente para observar cuáles son los efectos físicos y psicológicos de la deprivación alimentaria. De las 100 personas a las que se entrevistó para someterse al proceso, se escogieron finalmente 36 hombres sin problemas de salud física o mental, y todos expresaron convicciones sobre la no-violencia y su voluntad hacer contribuciones significativas durante la guerra.
Los resultados, que se publicaron en 1950 (The Biology of Human Starvation), constituyeron un aporte único a la literatura científica sobre la nutrición. Aunque los sujetos presentaron finalmente apatía, anemia, debilidad extrema, efectos neurológicos y edema en las extremidades inferiores, los datos más citados y sorprendentes fueron los cambios conductuales y de personalidad causados junto a la pérdida del 25% de su peso.
Durante los primeros 3 meses del experimento, que comenzó en 1944, los participantes recibían 3200 kilocalorías. La fase subsiguiente constó de 6 meses durante los que se les privó de la mitad de su ingesta normal, recbiendo sólo 1800 kilocalorías aproximadamente. La dieta que se les proporcionó emulaba la mantenida por los civiles en las zonas afectadas por la guerra en Europa (nabos, macarrones, pan integral...). Durante los tres meses posteriores y finales, se formaron aleatoriamente varios grupos que recibirían diferentes tratamientos de rehabilitación nutricional.
Cada sujeto escribió un diario durante el estudio y fue monitoreado por médicos y psicólogos para observar su estado de salud y cambios derivados del hambre al que se les sometía. Asimismo, los participantes podían asistir a clases y actividades en la universidad y se les asignó tareas administrativas y trabajos domésticos en el laboratorio.
La relación con la anorexia de este estudio es muy importante. Los participantes empezaron a mostrar signos de preocupación por la comida, reducción del interés sexual, depresión, problemas de concentración, baja temperatura corporal e incluso signos de retraimiento y aislamiento social. Frederick , que fue participante en el experimento, señaló: "[...] pequeñas cosas que no me importarían antes o después [del experimento] me molestaban realmente", "[...] te fijabas en todo lo que hacían mal los demás, incluso tu mejor amigo". A medida que los efectos del hambre avanzaban, cada vez estaban más irritables. Mostraban síntomas obsesivos y llevaban a cabo conductas compulsivas en las que acumulaban objetos y comida, sin saber ellos mismos por qué lo hacían. Blickenstaff, unos de los participantes, recordó en una entrevista posterior al experimento: "[...] si veías una película, no te interesaban especialmente las escenas de amor, pero te dabas cuenta de siempre cuándo y qué comían". Las consecuencias psicológicas fueron tan severas que uno de los participantes se cortó tres dedos con un hacha. Aun así, pidió que se le mantuviese en el experimento "por los hambrientos". El mismo Ancel Keys, investigador principal, subrayó que los resultados imitaban en mayor medida las condiciones de la anorexia que el hambre sufrido en la guerra, puesto que los sujetos estaban en condiciones de salubridad y acceso a recursos médicos.
Aunque las mujeres tienen entre 10 y 20 veces más posibilidades que los hombres de padecer anorexia nerviosa, estudios como este muestran lo que podrían generar prácticas como dietas restrictivas que no tengan seguimiento médico. En muchas ocasiones se cree que la anorexia es producto de un trastorno mental subyacente. No obstante, todo indica que la anorexia es consecuencia de la inanición, y no al contrario. Por ello, deberíamos ser conscientes del peligro que puede acarrear un mal hábito alimentario y advertirlo, si fuera necesario. Visto lo ocurrido a hombres completamente sanos, que desarrollaron los síntomas típicos del trastorno, parece que quizás no estemos tan alejados como creemos de este peligro. La anorexia cada vez parece menos una enfermedad de jóvenes ni de mujeres, pero cada vez parece más un riesgo a combatir por todos.
Referencias:
Kalm, L.M., Semba, R.D. (2005) "They Starved So That Others Be Better Fed: Remembering Ancel Keys and the Minnesota Experiment," Journal of Nutrition, 135, 1347-1352.
Klein,
D.A., Walsh,
T.B. (2004).
“Eating Disorders: Clinical Features and Pathophysiology.”
Physiology
and Behavior,
81(2), 359-374
Tucker,
T.(2006). "The
Great Starvation Experiment: Ancel Keys and the Men Who Starved for
Science".
New
York: Free
Press. ISBN 0-7432-7030-4.
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