viernes, 14 de febrero de 2014

El enamoramiento ¿un síndrome?

El amor es, prácticamente sin duda alguna, el tema de mayor relevancia en el arte a través del tiempo y las culturas, así como objeto de estudio para filósofos, psicólogos y neurocientíficos. Y aunque haya diferentes formas de amor, como el maternal o formas más próximas a lo que llamamos amistad, el de mayor repercusión cultural es el amor romántico, especialmente en sus primeras fases: las muchas amantes de Picasso o quizás más modernamente las decenas de desamores de Taylor Swift.

Al igual que ocurre con otros fenómenos psicológicos, probablemente haya diferencias individuales a estudiar. No obstante, el amor se caracteriza por una serie de síntomas concretos, tanto físicos como mentales. ¿Podríamos hablar del "Síndrome del Enamoramiento"?


Al hablar de amor nos encontramos con un estado subjetivo que presenta características de euforia, energía incrementada, atención intensa sobre una persona, pensamientos obsesivos sobre ella, dependencia emocional y necesidad de contacto emocional con la misma. Dorothy Tennov acuñó el término "Limerancia" para agrupar esta serie de características que suponen el amor.

Algunos resultados obtenidos hasta la fecha sugieren que los mecanismos relacionados con la formación de lazos románticos pueden ser estimuladores de ansiedad. Si bien esto puede ser desconcertante, se hipotetiza que este estado no es más que la antesala al amor que, no necesariamente, reemplazará sensaciones negativas por otras placenteras. Según las investigaciones de Helen Fisher, antropóloga y una de las investigadoras de mayor reconocimiento en el estudio biológico del amor, varios aspectos comportamentales del amor sugieren que puede ser como la recompensa por el consumo de cocaína, profuciendo euforia, una cantidad excesiva de energía, insomnio y pérdida del apetito.

Diferentes experiencias relacionadas con el placer y la motivación comparten una ruta cerebral concreta. La vía mesolímbica está implicada en el refuerzo producido por las drogas, la comida, el sexo (entre otros muchos reforzadores) y, como veremos a continuación, está extensamente implicada en el enamoramiento. La relación es tal que, en un tipo de roedor monógamo en el que se han estudiado muchos aspectos de las relaciones sociales, el conocido como ratón de la pradera o Microtus ochrogaster, la infusión de una sustancia en esta vía provoca que las hembras desarrollen preferencia por el macho que se les presente, estén o no emparejadas con él. Esta sustancia es la dopamina, seguramente el más conocido de los químicos cerebrales.

En un estudio de imagen cerebral, Arthur Aron y colaboradores hicieron que participantes intensamente enamorados mirasen las fotografías de sus amados mientras se registraba su actividad cerebral. Encontraron que, en la vía mesolímbica, relacionada, como hemos dicho, con la recompensa, diversas áreas presentaban una fuerte activación en comparación con sujetos que no se idenficaban como "intensamente enamorados".

Por otro lado, la actividad de la amígdala estaba aminorada al ver al ser amado en comparación con la percepción de estímulos neutros. Los autores del estudio citan para explicar estos datos investigaciones que demuestran que la activación de la amígdala se relaciona con las respuestas de miedo. Por ello hipotetizan que quizás el estado de amor reduzca esta respuesta negativa. No obstante, la amígdala también tiene un papel importante en el reconocimiento de caras en general, y la implicación exacta en ese estudio no se conoce.

En esta investigación se encontraron otras áreas relacionadas con la capacidad atencional y la recompensa visual características del amor romántico. La atención intensa y centrada en la persona de la que se está enamorado es una de las señales más fuertes del enamoramiento. El poder definitorio de los pensamientos recurrentes e imparables sobre el enamorado en este "síndrome" tiene tal relevancia que Donatella Marazziti y sus colaboradores observaron cambios cerebrales relacionados con la serotonina, otro químico cerebral, muy similares a los ocurridos en el Trastorno Obsesivo-Compulsivo.

En contraste con otros estudios que tratan sobre el impulso sexual, los datos muestran que la activación cerebral es diferente en el amor y el deseo sexual.

Hemos escuchado en repetidas ocasiones que el amor es ciego. Son sonadas las decisiones "ciegas" que los enamorados toman, su incapacidad para ser críticos con las personas que aman y el estado "idílico" que envuelve al enamorado. Andreas Bartels y Semir Zeki encontraron que las áreas del cerebro asociadas a sentimientos negativos tenían una activación considerablemente menor en las personas enamoradas. Pero no sólo éstas estaban desactivadas, también aquéllas que se relacionan con la capacidad de juicio social crítico, como algunas partes del córtex prefrontal. Al parecer, aquello de que el amor es ciego tiene explicación.

En un estudio llevado a cabo por Enzo Emanuele y sus colegas se investigó el papel de un grupo de químicos cerebrales diferente. Las neurotrofinas son un grupo de moléculas asociadas a cambios en la comunicación entre las neuronas y a su superviviencia. Pero, además, se ha encontrado que juegan un papel importante como mediadores de la ansiedad, las emociones y los cambios en la conducta. Por ello, los investigadores evaluaron los niveles de estas sustancias en personas que se habían enamorado recientemente, comparándolas con personas solteras o que ya tenían relaciones duraderas. El Factor de Crecimiento Nervioso (FCN) fue el único factor que mostró mayores niveles en las fases tempranas del amor romántico. La correlación que se encontró demostraba que mayores niveles de esta molécula se encontraban en aquellas personas que mediante tests psicológicos expresaban sentimientos más intensos de amor. Debido a que se han encontrado relaciones entre el FCN y la liberación de otras hormonas relacionadas con el estrés y las relaciones sociales, los autores hipotetizan que es posible que el mismo actúe como un modulador de funciones endocrinas concretas en el amor romántico en humanos. Por otra parte, no se encontraron niveles de FCN en solteros ni en parejas a largo plazo que, a diferencia de los sujetos en pleno enamoramiento, ya habían superado la fase de alteración mental que hemos descrito. Los cambios hormonales asociados con el enamoramiento, al igual que se ha encontrado en otros estudios, son dependientes del estado, reversibles y relacionados a un estado físico y mental concreto. Esto, si bien es una "ventaja" para aquellos amores no correspondidos, no es el fin de los lazos románticos.

La ansiedad de las primeras etapas del amor y la activación endocrina que la provoca se ve atemperada con el paso del tiempo. Las relaciones duraderas implican una serie diferente de sustancias cerebrales que se relacionan con el establecimiento de lazos sociales no sólo con la pareja, sino también con los hijos. Aunque estos aspectos exceden el objetivo de este artículo, cabe señalar que el enamoramiento no es la única fase de lo que entendemos por amor. Los mecanismos cerebrales y hormonales se modifican con el desarrollo de la relación. 

Quizá incluso, más allá del conocimiento sobre el amor exclusivamente, estas investigaciones nos ayuden a conocer mejor los estados emocionales positivos, la regulación de factores relacionados con el estrés que se da en enamorados, y con ello podríamos mejorar la actuación para promover estados beneficiosos en personas que carecen de ellos.

Referencias:

Aron A, Fisher H, Mashek DJ, Strong G, Li H, Brown LL. (2005). Reward, motivation, and emotion systems associated with early-stage intense romantic love. Journal of Neurophysiology. 94(1):327-37

Bartels A and Zeki S (2004). The neural correlates of maternal and romantic love. NeuroImage 21:1155-66

Emanuele E, Politi P, Bianchi M, Minoretti P, Bertona M, Geroldi D (2006). "Raised plasma nerve growth factor levels associated with early-stage romantic love".Psychoneuroendocrinology 31 (3): 288–94

Marazziti D, Akiskal HS, Rossi A, Cassano GB.(1999) Alteration of the platelet serotonin transporter in romantic love.Psychological Medicine.:29(3):741-5

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