El
amor es, prácticamente sin duda alguna, el tema de mayor relevancia
en el arte a través del tiempo y las culturas, así como objeto de
estudio para filósofos, psicólogos y neurocientíficos. Y aunque
haya diferentes formas de amor, como el maternal o formas más
próximas a lo que llamamos amistad, el de mayor repercusión
cultural es el amor
romántico, especialmente
en sus primeras fases: las muchas amantes de Picasso o quizás más modernamente las decenas de desamores de
Taylor Swift.
Al
igual que ocurre con otros fenómenos psicológicos, probablemente
haya diferencias individuales a estudiar. No obstante, el amor se
caracteriza por una serie de síntomas concretos, tanto físicos como
mentales. ¿Podríamos hablar del "Síndrome del Enamoramiento"?
Al
hablar de amor nos encontramos con un estado subjetivo que presenta
características de euforia,
energía incrementada, atención intensa sobre una persona,
pensamientos obsesivos sobre ella, dependencia emocional y necesidad
de contacto emocional con la misma. Dorothy
Tennov
acuñó el término "Limerancia"
para agrupar esta serie de características que suponen el amor.
Algunos
resultados obtenidos hasta la fecha sugieren que los mecanismos
relacionados con la formación de lazos románticos pueden ser
estimuladores de ansiedad. Si bien esto puede ser desconcertante, se
hipotetiza que este estado no es más que la antesala al amor que, no
necesariamente, reemplazará sensaciones negativas por otras
placenteras. Según las investigaciones de Helen
Fisher, antropóloga y
una de las investigadoras de mayor reconocimiento en el estudio biológico del amor, varios aspectos comportamentales del amor
sugieren que puede ser como la recompensa por el consumo de cocaína,
profuciendo euforia, una cantidad excesiva de energía, insomnio
y pérdida del apetito.
Diferentes
experiencias relacionadas con el placer y la motivación comparten
una ruta cerebral concreta. La vía
mesolímbica
está implicada en el refuerzo producido por las drogas, la comida,
el sexo (entre otros muchos reforzadores) y, como veremos a
continuación, está extensamente implicada en el enamoramiento. La
relación es tal que, en un tipo de roedor monógamo en el que se han
estudiado muchos aspectos de las relaciones sociales, el conocido como
ratón de la pradera o Microtus
ochrogaster,
la
infusión de una sustancia en esta vía provoca que las hembras
desarrollen preferencia por el macho que se les presente,
estén o no emparejadas con él. Esta sustancia es la dopamina,
seguramente el más conocido de los químicos cerebrales.
En
un estudio de imagen cerebral, Arthur
Aron y colaboradores hicieron que participantes
intensamente enamorados mirasen las fotografías de sus amados
mientras se registraba su actividad cerebral.
Encontraron que, en la vía mesolímbica, relacionada, como hemos
dicho, con la recompensa, diversas
áreas presentaban una fuerte activación en comparación con sujetos
que no se idenficaban como "intensamente enamorados".
Por
otro lado, la actividad de la amígdala estaba aminorada al ver al
ser amado en comparación con la percepción de estímulos neutros.
Los autores del estudio citan para explicar estos datos
investigaciones que demuestran que la activación de la amígdala se
relaciona con las respuestas de miedo. Por ello hipotetizan que
quizás el estado de amor reduzca esta respuesta negativa. No
obstante, la amígdala también tiene un papel importante en el
reconocimiento de caras en general, y la implicación exacta en ese
estudio no se conoce.
En
contraste con otros estudios que tratan sobre el impulso sexual, los
datos muestran que la activación cerebral es diferente en el amor
y el deseo sexual.
Hemos
escuchado en repetidas ocasiones que el amor es ciego. Son
sonadas las decisiones "ciegas" que los enamorados toman,
su incapacidad para ser críticos con las personas que aman y
el estado "idílico" que envuelve al enamorado. Andreas
Bartels y Semir Zeki encontraron que las áreas del cerebro
asociadas a sentimientos negativos tenían una activación
considerablemente menor en las personas enamoradas. Pero no sólo
éstas estaban desactivadas, también aquéllas que se relacionan
con la capacidad de juicio social crítico, como algunas partes
del córtex prefrontal. Al parecer, aquello de que el amor es ciego
tiene explicación.
En
un estudio llevado a cabo por Enzo Emanuele y sus colegas se
investigó el papel de un grupo de químicos cerebrales diferente.
Las neurotrofinas son un grupo de moléculas asociadas a
cambios en la comunicación entre las neuronas y a su superviviencia.
Pero, además, se ha encontrado que juegan un papel importante
como mediadores de la ansiedad, las emociones y los cambios en la
conducta. Por ello, los investigadores evaluaron los niveles de
estas sustancias en personas que se habían enamorado recientemente,
comparándolas con personas solteras o que ya tenían relaciones
duraderas. El Factor de Crecimiento Nervioso (FCN) fue el
único factor que mostró mayores niveles en las fases tempranas
del amor romántico. La correlación que se encontró demostraba
que mayores niveles de esta molécula se encontraban en aquellas
personas que mediante tests psicológicos expresaban sentimientos más
intensos de amor. Debido a que se han encontrado relaciones entre el
FCN y la liberación de otras hormonas relacionadas con el estrés y
las relaciones sociales, los autores hipotetizan que es posible que
el mismo actúe como un modulador de funciones endocrinas concretas
en el amor romántico en humanos. Por otra parte, no se encontraron
niveles de FCN en solteros ni en parejas a largo plazo que, a diferencia
de los sujetos en pleno enamoramiento, ya habían superado la fase de
alteración mental que hemos descrito. Los cambios hormonales
asociados con el enamoramiento, al igual que se ha encontrado en
otros estudios, son dependientes del estado, reversibles y
relacionados a un estado físico y mental concreto. Esto, si bien
es una "ventaja" para aquellos amores no correspondidos, no
es el fin de los lazos románticos.
La
ansiedad de las primeras etapas del amor y la activación endocrina
que la provoca se ve atemperada con el paso del tiempo. Las
relaciones duraderas implican una serie diferente de sustancias
cerebrales que se relacionan con el establecimiento de lazos sociales
no sólo con la pareja, sino también con los hijos. Aunque estos
aspectos exceden el objetivo de este artículo, cabe señalar que el
enamoramiento no es la única fase de lo que entendemos por amor. Los
mecanismos cerebrales y hormonales se modifican con el desarrollo de
la relación.
Quizá incluso, más allá del conocimiento sobre el amor exclusivamente, estas investigaciones nos ayuden a conocer mejor los estados emocionales positivos, la regulación de factores relacionados con el estrés que se da en enamorados, y con ello podríamos mejorar la actuación para promover estados beneficiosos en personas que carecen de ellos.
Quizá incluso, más allá del conocimiento sobre el amor exclusivamente, estas investigaciones nos ayuden a conocer mejor los estados emocionales positivos, la regulación de factores relacionados con el estrés que se da en enamorados, y con ello podríamos mejorar la actuación para promover estados beneficiosos en personas que carecen de ellos.
Referencias:
Aron
A, Fisher H, Mashek DJ, Strong G, Li H, Brown
LL.
(2005). Reward,
motivation, and emotion systems associated with early-stage intense
romantic love. Journal of Neurophysiology. 94(1):327-37
Bartels A and Zeki S (2004). The neural correlates of maternal and romantic
love. NeuroImage 21:1155-66
Emanuele E, Politi P, Bianchi M, Minoretti P, Bertona M, Geroldi D (2006). "Raised plasma nerve growth factor levels associated with early-stage romantic love".Psychoneuroendocrinology 31 (3): 288–94
Marazziti D, Akiskal HS, Rossi A, Cassano GB.(1999) Alteration of the platelet serotonin transporter in romantic love.Psychological Medicine.:29(3):741-5
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